No obstante, Arquímedes, quien nació en Siracusa, Sicilia, cerca del año 287 a.C. y murió en el mismo lugar en el 212 a.C., y fue un físico, ingeniero, matemático, astrónomo e inventor griego, también se le atribuye la invención del tornillo aunque se presume que él solo lo perfeccionó. A pesar de todo, sí fue Arquímedes el autor del tornillo sin fin -que posee un circuito infinito-.

    Sin embargo, el tornillo no fue de uso común hasta que se adentró la llamada Revolución Industrial en la segunda mitad del siglo XVIII, se puede decir que el tornillo fue un precursor de la Revolución Industrial aunque al principio era más bien un problema, porque cada fabricante lo elaboraba a diestra y siniestra y los modelos eran distintos; nunca dos eran iguales, mucho menos la cavidad, agujero o tuerca en la que debía enrroscar, naturalmente, esto dificultaba mucho su utilización, y fue precisamente el inglés Joseph Whitworth en 1841 quien sugirió la idea de una rosca universal -que perdura hasta hoy- porque una vez nacida esta concepción, se fomentó notablemente la creación de nuevas máquinas, barcos, entre otros de una manera más rápida y confiable.

    Ahora bien, ¿qué son los tornillos? Son una elementos mecánicos con formas cilíndricas o cónicas  –comúnmente de metal- recorridos por pequeños hilos continuos y envolventes que da vueltas de manera descendente por él, son piezas alargadas y generalmente son metálicos aunque en ocasiones pueden ser de plástico. Derivan del plano inclinado y siempre trabajan asociados a un orificio roscado. Los tornillos son usados en la fijación de unas piezas con otras y también pueden ser removidos a medida que sea necesario.

Partes del tornillo:

Cabeza: Permite sujetar al tornillo o imprimirle un movimiento giratorio basado en la ayuda de útiles adecuados. Varía según la función del tornillo.

Cuello: Es la parte del tornillo que ha quedado sin roscar.

Rosca: Es la parte que tiene tallado el surco.

*surco: Hendidura.